MÁS QUE UNA ENFERMEDAD

A primera vista no me ocurre nada. No tengo dolores, ni fiebre. Sólo me sucede que vivo minutos eternos de lamento, segundos imborrables de lágrimas, horas llenas de rabia. Preguntas sin respuesta. Deseos de huir, noches sin dormir, ganas de rendirme, sensación de suciedad, desesperación, esclavitudes mentales.

Es duro aceptar la realidad, ver que las cosas no son como espero, que todo mi mundo se derrumba en un instante y, en ese instante, me siento tan frío como una piedra. No es sencillo vivir así, vivir con lágrimas en los ojos, con miedos constantes, con gritos ahogados, con angustia. Eso no es vivir, pero siempre hallo consuelo pensando que la vida continúa, que puedo tener fe en mí y ser capaz de derretir ese bloque de hielo, aunque luego ni me queden fuerzas para intentarlo.

Todos hemos llorado, todos hemos sentido miedo, hemos reído de felicidad, nos hemos enamorado, hemos perdido ilusiones y hemos ganado batallas. También hemos experimentado el dolor por estar solo.

Supongo que estas primeras palabras lo resumen todo. ¿Quién no se ha sentido alguna vez así?, ¿quién no ha pasado por ello? Yo he atravesado por todas esas sensaciones en demasiada profundidad y creo que aún sigo atravesando.

Más allá de estas tristezas y penas, hay estados de ánimo que se prolongan y profundizan el descenso del tono del humor, ponen en riesgo la salud y hasta la vida de quien los padece.

Son miles los detalles que me han conducido a esta situación. Granito a granito se fue construyendo una montaña que, al final, pudo conmigo. A esa montaña le puso nombre y apellidos un especialista médico: depresión.

Incontables han sido las veces que he dicho: “Prefería cualquier otra enfermedad antes que ésta”.

Muchos son los especialistas médicos que señalan que esa frase permite valorar la magnitud del tormento de la persona deprimida.

La depresión afecta a personas de todos los colores, razas, posición económica y edad. No hay duda alguna, soy parte de esas personas, aunque parezca vivir en circunstancias relativamente ideales.

Esta es mi historia y quizás existan muchas iguales, pero sólo los que la vivimos, sabemos cómo se escribe, por mucho que consultes libros o páginas web.

La mía aquí te la escribiré.


jueves, 22 de noviembre de 2007

Capítulo XV de mi internamiento: El diagnóstico inicial

“ … Seguía allí dentro, tras aquellas horribles puertas, pensando, medicándome, paseando, de actividad en actividad, luchando, sufriendo, etc…

… Cada charla con “mi psiquiatra” implicaba un auténtico huracán de furia y agresividad por cuanto más él se empeñaba en que me mirase al espejo. No, no quería hacerlo. Deseaba salir de esas cuatro paredes, salir a la calle, retomar mi vida y olvidarme del ingreso, de todo…

… Cuando mi mente se ponía de plantón era experta en el arte de la muleta, pero no me encontraba ante una vaquilla. Todo lo contrario. A cada capotazo, con más energía acometía “mi psiquiatra”…

Todo ello derivó en la matización que un día efectuó sobre mi diagnóstico inicial. En realidad, el correcto era Episodio depresivo grave (F32.2), pero debió suavizar el informe de cara a las posibles consecuencias laborales que ello pudiese traerme…

… En ese instante, recordé la primera vez que acudí a su consulta. Mi estado no tenía nada de leve en aquel entonces, dado el altísimo nivel de riesgo existente a que materializase alguna de mis ideas suicidas. Me negué a alejarme del trabajo, a ingresar, a cualquier acción que significase romper con mis vínculos de vida. Pensaba que morirme era la mejor de las opciones, la que menos sufrimiento me supondría, pues cuanto más quería enfrentarme a los muros que me oprimían, más “ostiazos” me daba…

… Su conceptualización médica tenía pinceladas aún más dramáticas y, como decía “mi psiquiatra”, mi semáforo estaba en rojo, no en ámbar, lo que significaba que todas las alarmas se disparasen…

… A pesar de ello, la negación moraba en mis pensamientos. ¿Yo? Tengo trabajo, familia, casa, pareja, dinero, y ahí me detuve. Me faltaba salud, no física, sino la que más olvidamos, la psicológica…

… No estaba en una clínica psiquiátrica para preparar un papel cinematográfico, ni para estudiar los efectos de un determinado medicamento en los pacientes. Había ingresado por la fractura de mis capacidades, por la pérdida de autocontrol, por las ideas suicidas…

… Después de tres semanas, veía el mundo bajo el mismo prisma, con oscuridad….

¿Qué significa ese diagnóstico en términos médicos?.

Durante un episodio depresivo grave, el enfermo suele presentar una considerable angustia o agitación, a menos que la inhibición sea una característica marcada. Es probable que la pérdida de estimación de sí mismo, los sentimientos de inutilidad o de culpa sean importantes, y el riesgo de suicidio es importante en los casos particularmente graves. Se presupone que los síntomas somáticos están presentes casi siempre durante un episodio depresivo grave.

Pautas para el diagnóstico:

Deben estar presentes los tres síntomas típicos del episodio depresivo leve y moderado, y además por lo menos cuatro de los demás síntomas, los cuales deben ser de intensidad grave. Sin embargo, si están presentes síntomas importantes como la agitación o la inhibición psicomotrices, el enfermo puede estar poco dispuesto o ser incapaz de describir muchos síntomas con detalle. En estos casos está justificada una evaluación global de la gravedad del episodio. El episodio depresivo debe durar normalmente al menos dos semanas, pero si los síntomas son particularmente graves y de inicio muy rápido puede estar justificado hacer el diagnóstico con una duración menor de dos semanas.

Durante un episodio depresivo grave no es probable que el enfermo sea capaz de continuar con su actividad laboral, social o doméstica más allá de un grado muy limitado.

Incluye:

Episodios depresivos aislados de depresión agitada.
Melancolía.
Depresión vital sin síntomas psicóticos

Lo que me estaba ocurriendo era algo muy, muy grave... y debía estar tras aquellas horribles puertas... por mi bienestar...

"… ‘Cause it’s a bittersweet symphony, this life... trying to make ends meet... You’re a slave to money then you die... I’ll take you down the only road I’ve ever been down... You know the one that takes you to the places where all the veins meet yeah ... no change, no change... I can’t change, I can’t change... but I’m here in my mind... I am here in my mind... But I’m a million different people from one day to the next... I canot change my mind... no, no, no, no..." (“Bittersweet symphony” de The Verve)

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