¿Quién se arriesga a poner sobre el tapete una jugada de un calibre tal como recomendar la lectura de “El hombre en busca de sentido” de Víktor Emil Frankl a esta “calamidad” de paciente? Por supuesto, sólo podía osar “mi psiquiatra”, con su bendita y sabia inteligencia para “leer el juego” y ver delante a “un contrincante obsesionado” por los retos.
¿Y qué hacer ante una de mis mayores debilidades? Pues, recoger el testigo de tan hábil apuesta. Al fin y al cabo, lo máximo que podía llegar a perder era el tiempo, algo que me sobraba “tras aquellas horribles puertas”.
Con ingenua disposición a ganar aquella “timba”, busqué una solitaria silla en el “fumadero” y comencé a devorar las primeras líneas de aquel texto, mientras se desataba una cruenta batalla de reflexiones en mi cabeza.
"... Ninguna experiencia vital es comparable a la padecida por cualquier superviviente de un campo de concentración nazi, si bien extrañas similitudes parecían aproximar ambas situaciones: el encierro, la soledad, la lucha por la supervivencia, la ansiedad, la búsqueda de significado de la propia vida, etc...
... No viajé hacinado en el vagón de un tren, ni me despojaron de mis pertenencias (no mencionaré mi ordenador personal), ni rasuraron mi cabellera, ni siquiera un dedo marcó la dirección de mi destino, pero, “tras aquellas horribles puertas”, me resigné a ser uno más de tantos otros pacientes, abandonando cualquier esperanza de recuperación y autoimponiéndome la falsa condena de que mi camino de baldosas amarillas terminaría allí sus días...
... ¿Cuál era el propósito de “mi psiquiatra” con la lectura de semejante testimonio? ¿Hundirme, asfixiarme, dañarme o curarme? Sinceramente, con cada recorrido de una nueva página, agonizaba por la virulencia aparición de trágicas losas aletargadas en el baúl de los recuerdos...
... Mi ingreso en la clínica psiquiátrica me dejó en un estado de shock del que no lograba recuperarme, ni siquiera con las actividades, por no decir que viajar al complejo infierno de Auschiwtz acrecentó mis tribulaciones y agravó el halo de penuria que me acompañaba...
... Sin embargo, el trago más amargo estaba por llegar cuando percibí el furioso despertar de aquel gran fantasma que me lleva torturando desde la infancia, quien ahora se instauraba en un calvario de repulsivas sensaciones y, sobre todo, autodestructivas, mientras no paraba de gritarme “lánzate contra la alambrada” como si ello significase su definitiva evaporación...
...El relato de Víktor Frankl se parecía más a un elefante en una cacharrería por cuanto estaba removiendo en mi cabeza y por cuanto más sufrimiento me producían sus conclusiones de buscar un sentido a una vida que ya había dado por perdida y desahuciada, que al revulsivo que "mi psiquiatra" pretendía...
... Carecía del valor y de la fuerza necesaria para enderezar la senda de autodestrucción psicológica en la que me anclaba, debido a las innumerables fracturas con que contaban mi máximo pilar de apoyo (mi propia valía profesional). No era más que una sombra de lo que fui, un espejismo de lo que creí ser, un cero a la izquierda de muchos otros ceros...
... Ninguna lucha merecía la pena por cuanto ya había perdido..."
¿Y qué hacer ante una de mis mayores debilidades? Pues, recoger el testigo de tan hábil apuesta. Al fin y al cabo, lo máximo que podía llegar a perder era el tiempo, algo que me sobraba “tras aquellas horribles puertas”.
Con ingenua disposición a ganar aquella “timba”, busqué una solitaria silla en el “fumadero” y comencé a devorar las primeras líneas de aquel texto, mientras se desataba una cruenta batalla de reflexiones en mi cabeza.
"... Ninguna experiencia vital es comparable a la padecida por cualquier superviviente de un campo de concentración nazi, si bien extrañas similitudes parecían aproximar ambas situaciones: el encierro, la soledad, la lucha por la supervivencia, la ansiedad, la búsqueda de significado de la propia vida, etc...
... No viajé hacinado en el vagón de un tren, ni me despojaron de mis pertenencias (no mencionaré mi ordenador personal), ni rasuraron mi cabellera, ni siquiera un dedo marcó la dirección de mi destino, pero, “tras aquellas horribles puertas”, me resigné a ser uno más de tantos otros pacientes, abandonando cualquier esperanza de recuperación y autoimponiéndome la falsa condena de que mi camino de baldosas amarillas terminaría allí sus días...
... ¿Cuál era el propósito de “mi psiquiatra” con la lectura de semejante testimonio? ¿Hundirme, asfixiarme, dañarme o curarme? Sinceramente, con cada recorrido de una nueva página, agonizaba por la virulencia aparición de trágicas losas aletargadas en el baúl de los recuerdos...
... Mi ingreso en la clínica psiquiátrica me dejó en un estado de shock del que no lograba recuperarme, ni siquiera con las actividades, por no decir que viajar al complejo infierno de Auschiwtz acrecentó mis tribulaciones y agravó el halo de penuria que me acompañaba...
... Sin embargo, el trago más amargo estaba por llegar cuando percibí el furioso despertar de aquel gran fantasma que me lleva torturando desde la infancia, quien ahora se instauraba en un calvario de repulsivas sensaciones y, sobre todo, autodestructivas, mientras no paraba de gritarme “lánzate contra la alambrada” como si ello significase su definitiva evaporación...
...El relato de Víktor Frankl se parecía más a un elefante en una cacharrería por cuanto estaba removiendo en mi cabeza y por cuanto más sufrimiento me producían sus conclusiones de buscar un sentido a una vida que ya había dado por perdida y desahuciada, que al revulsivo que "mi psiquiatra" pretendía...
... Carecía del valor y de la fuerza necesaria para enderezar la senda de autodestrucción psicológica en la que me anclaba, debido a las innumerables fracturas con que contaban mi máximo pilar de apoyo (mi propia valía profesional). No era más que una sombra de lo que fui, un espejismo de lo que creí ser, un cero a la izquierda de muchos otros ceros...
... Ninguna lucha merecía la pena por cuanto ya había perdido..."
"... All around me are familiar faces... worn out places, worn out faces... Bright and early for their daily races... going nowhere, going nowhere... Their tears are filling up their glasses... no expression, no expression... hide my head I want to drow my sorrow... not tomorrow, not tomorrow... And I find it kinda funny... I find it kinda sad... The dreams in which I'm dying... are the best I've ever had... I find it hard to tell you... I find it hard to take... when people run in circles... It's a very, very mad world, mad world.... Went to school and I was very nervous... no one knew me, no one knew me... Hello teacher, tell me what's my lesson... look right through me, look right through me... The dreams in which I'm dying... are the best I've ever had... I find it hard to tell you... I find it hard to take... when people run in circles... It's a very, very mad world, mad world.... ("Mad world" de Gary Jules)
3 comentarios:
Comienzo a leerte... luego te cuento las sensaciones.
De los dos elegí este para comenzar a conocerte por una simple razón, yo de alguna manera he pasado por ahí... una depresión que comparada con lo que comienzo a leer seguramente no fue nada pero que se repite incontablemente. Pase quince días ingresada después de un intento de suicidio… en fin, solo quería que sepas que comienzo a leerte y que te doy la bienvenida a mi espejo con el corazón.
Muchas gracias, Lirio...
Quizás nunca puede decirse que es un alivio saber que existen personas que han vivido situaciones similares, porque, en el mundo de la enfermedad del tipo que sea, la propia es la más dura y cruenta que podemos ver.
Sin embargo, es grato saber que puedes encontrar manos amigas en las que apoyarte y dar pasos más seguros en este camino hacia la salida del túnel...
Un saludo
Ando escasa de tiempo, mi vida ha dado un buen giro y la realidad me deja sin respiro... casa, trabajo, hijo... a ver si el fin de semana sigo... siento tomar tus palabras a cuenta gotas pero eso para mi es mejor que nada.
Cuenta conmigo.
Besos
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